Hay personajes que trascienden la imagen del actor y condicionan su trayectoria posterior; el público no cambia de percepción e identifica al intérprete, que en consecuencia tiene dificultades para evolucionar, con el mismo tipo de papel. La reflexión determina el planteamiento de ‘Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)’, película que refleja la reconversión estilística de Alejandro González Iñárritu, director asociado a las historias cruzadas por su etapa junto al guionista Guillermo Arriaga. El cine siempre ha explorado las miserias y frustraciones del mundo del espectáculo, si bien el mexicano logra aproximarse al tema con originalidad a través del fascinante desarrollo y del carácter dual del protagonista. La destreza narrativa de González Iñárritu, manifestada en el uso simulado de un único plano secuencia, la inteligencia del guión (definido por un cruel discurso) y el trabajo del reparto encabezado por Michael Keaton explican que la propuesta perdure en la memoria cinéfila.
El contexto queda expresado al comienzo en el camerino. Riggan Thompson escucha una voz interior que refleja la frustración y la rabia contenida por el fracaso. El actor, que en el pasado logró el éxito al encarnar al héroe Birdman, vive una etapa de decadencia que intenta superar con la adaptación en Broadway de una obra de Raymond Carver, arriesgado proyecto concebido como su última oportunidad artística. La historia, despojada de cualquier ‘glamour’, transcurre detrás del escenario y envuelve al público en los ensayos y preparativos de una producción problemática mientras la desesperación de Riggan va en aumento.
Los detalles cómicos confieren al filme cierto tono de sátira en torno al negocio vinculado a la escena. ‘Birdman’ se burla de las excentricidades e inseguridades de los intérpretes, ataca al ego sin límite de algunos críticos, retrata el pobre perfil periodístico e incluso cuestiona el criterio del público, influenciado por la fuerza de la imagen y de los fenómenos virales de Internet. En segundo término, el largometraje critica que Hollywood base su dinámica habitual en el cine de superhéroes. Estas ideas se potencian con los atractivos matices de los diálogos.
La presencia latente de la conciencia de Birdman deriva en una catarsis que certifica el trastorno de Riggan. No obstante, a través de un final simbólico y abierto a la interpretación, González Iñárritu deja que cada uno decida si los hechos de reminiscencias fantásticas son reales o responden a alucinaciones. La película brilla, aunque los giros argumentales del último tramo, al considerarse a priori el clímax, pueden desconcertar cuando el relato continúa.
Resulta inevitable establecer paralelismos entre el protagonista y la propia situación de Keaton, el primer Batman cinematográfico. El actor, cuya carrera se había resentido, renace y transmite rabia o frustración según el caso. El reparto en su conjunto, espléndido, ofrece su mejor versión. Destacan las aportaciones del también recuperado Edward Norton y de Emma Stone.
Lo mejor: la destreza narrativa de González Iñárritu y el trabajo del reparto.
Lo peor: los amagos de desenlace del tramo final pueden desorientar al espectador.
Puntuación: 9/10.